La primera cosa que debemos tener en mente es que el Espíritu siempre está hablando.
Él no ha perdido la habilidad de hablar, y tampoco es mudo. Lo que pasa es que si bien el Espíritu Santo está hablando todo el tiempo, las personas no se dan cuenta que Él está hablando.
Es como el extraño gritando tu nombre en medio de la multitud; tu no te das cuenta que él te está hablando porque no estás acostumbrado a escuchar su voz.
La apacible y suave voz del Espíritu a veces se confunde entre la multitud y el ruido de la sociedad, las obligaciones, los medios de comunicación, las explicaciones de otros, etc.
Es en medio de todo este ruido que el hijo de Dios tiene que pasar tiempo escuchando la voz de Dios, para ser capaz de reconocer Su voz.
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