Las cosas no siempre salen bien; al menos, no siempre salen como esperamos. Incluso en la vida de fe no siempre vemos los resultados esperados en el plazo que nos propusimos.
A veces tenemos razones de sobra para ver decaer nuestro ánimo, hasta llegamos a decir “ya, ¡qué importa!”, tiramos la toalla. No dejemos que ese desánimo, esa frustración nos dure mucho, no la calentemos, no le demos tiempo a que tome control de nuestra actitud.
Cuando vemos que vamos cayendo en ese declive, pidamos al Señor denuedo para perseverar, para seguir adelante y asumamos una postura firme y positiva; seamos determinantes a nuestro favor. Dios siempre abre nuevas puertas.
Por Josefina Navarro
Columnista
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