Wednesday, April 21, 2010

Formación de la vasija

Ninguna vasija se produce al azar.

Todas tienen su origen en la mente del Divino Alfarero.

Cuando el alfarero toma la mezcla de barro reposado para llevarla a la rueda, ya ha decidido qué tipo de vasija hacer.

Mientras las diestras manos del alfarero y comienzan a moldear, la única tarea del barro es responder al movimiento (cooperar); él no tiene nada que hacer por si mismo, sólo dejarse llevar.

El Alfarero usa sus manos para moldearnos. Pero muchas veces usa como sus manos a los padres, cónyuges, pastores, al jefe, o a otros hermanos para que le ayuden en nuestra formación.

La mayor dificultad que se le presenta al Alfarero es la tendencia del barro a no levantarse y permanecer donde está.

En la técnica de alfarería se requiere dos tipos de acción:

Agregar y quitar.

Dios quita la carnalidad, excesos y defectos y agrega los dones y el fruto del Espíritu Santo sin destruir nada de nosotros.

El alfarero para hacer una vasija coloca una mano en el interior y otra en el exterior.

Con la de adentro, define el espacio y la capacidad; con la de afuera, controla y dirige la forma de la vasija. Estas dos fuerzas de acción representan a Dios trabajando y transformando nuestra vida.

Por dentro: deseos, necesidades, anhelos. Por fuera: Circunstancias, situaciones, adversidades.

Qué bueno es saber, que la mano que ejerce presión es la misma que nos sostiene y ayuda.

Cualquier cambio que el Alfarero Divino quiera hacerle a la vasija, lo realiza mientras la vasija está moviéndose sobre la rueda.

Para el Señor, es más fácil trabajar con las personas que están activas que con aquellas que esperan inactivos a que le llegue la oportunidad.

Nuestra oración debe ser:

Señor, gracias por haber tomado en tus manos este barro amorfo que era yo.

Gracias por el proceso a que nos sometes para hacernos cada día mejores.

Que nos aceptemos tal y cual Tú nos has formado y hagamos aquello para lo cual fuimos hechos.

Si hay grietas en nosotros, úsalas para tu gloria, porque no todo lo dañado es inútil.

Vilma de Rojas / La Información

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