Imagínese que al comienzo de cada día alguien le deposita en su cuenta bancaria 1,440 dólares con la condición de que debe gastarlos en ese día.
Lo que deje de gastar no puede gastarlo al día siguiente.
Además, ese benefactor benevolente puede dejar de hacerle estos depósitos diarios en cualquier momento.
¿Cuál sería su respuesta a esta situación?.
Seguramente se propondría gastar ese dinero cada día.
Ya debe saber adónde voy con esto.
Al principio de cada día, Dios deposita 1,440 minutos en nuestra cuenta.
Todos nosotros recibimos la misma cantidad de minutos.
Además, no podemos llevar ni uno de esos minutos para el día siguiente.
No podemos decir:”No pienso que voy a usar hoy ese tiempo; quisiera volverlo a depositar para usarlo posteriormente”.
No hay garantía de que esos depósitos diarios continuarán.
El maestro Harold Kushner nos habla de su “teoría del café instantáneo de la vida”.
Dice que cuando uno abre un nuevo frasco de café, la tendencia es a repartir porciones generosas debido a que tiene un frasco lleno.
Cuando va por la mitad se tiende a ser un poco más conservador.
Cuando ya se asoma el fondo del frasco, se verá midiendo la cantidad muy cuidadosamente y rebuscando en los rincones del frasco para usar hasta el último grano.
Tendemos a usar nuestro tiempo en forma similar. De jóvenes somos descuidados en cuanto a su uso.
Tenemos la vida entera por delante.
Cuando nos aproximamos a la edad madura, nos damos cuenta de que no vamos a vivir para siempre y comenzamos a revaluar nuestras prioridades.
Cuando llegamos a los sesenta años nos preguntamos, ¿y adónde se fue todo el tiempo?
Quizá esa es la pregunta que se estaba haciendo Moisés cuando, ya viejo, escribió que nuestra vida es como “la hierba en la mañana brota y crece y al atardecer se marchita y se seca”.
Las Escrituras nos dice que, comparada con la eternidad, nuestra vida comienza y termina en menos de un día.
¿Cuál es la respuesta de Dios ante la brevedad de la vida? ¿El pánico? ¿La depresión? ¿Una dieta estricta y un programa de ejercicios?.
Me gusta la forma en que La Biblia al Día traduce su conclusión en el Salmo 90:12 : “Enséñanos a contar nuestros días y a reconocer cuán pocos son; ayúdanos a emplearlos como debemos”.
Moisés no fue un adicto al café, pero interpreto que él dijo que deberíamos medir nuestro tiempo tan cuidadosamente como si estuviéramos distribuyendo los últimos granos de un frasco de café casi vacío.
Porque: “Toda carne es como hierba, y toda la gloria del hombre como flor de la hierba.
La hierba se seca, y la flor se cae; más La Palabra del Señor permanece para siempre”.
1 Pedro 1:24 y 25.
Vilma de Rojas
La Información
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