Monday, January 27, 2014

Sólo Dios puede salvar la familia

La gente está buscando ayuda desesperadamente. Nuestro país nunca ha experimentado antes un desprecio tan notorio por la ley y por el orden. Los adolescentes no tienen respeto por la autoridad. No temen a nadie, crecieron tratando indecorosamente a sus padres, respondiendo insolentemente a sus maestros. El número de divorcios crece. Lo que el mundo necesita no son palabras. Necesita ejemplos vividos de una buena vida familiar. 
   
No decimos que sea la situación más fácil. Por el contrario, es una de las más difíciles que la historia le ha concedido a la familia cristiana.
   
Aquellas familias que no han criado bien a sus hijos no por ello dejan de admirar a los que lo han hecho. Los que tienen familias que están desprovistas de amor y de comunión amistosa no dejan de mirar con disimulada envidia, a la familia de la misma calle que tiene un buen ejemplo familiar.
   
Pero vivimos en una época en que la gente ha llegado a cansarse de las simples palabras, deseando saber en que consiste el secreto.  Esta es la oportunidad que está ante nosotros como familias cristianas experimentar  de tal modo la realidad y el poder de Cristo en nuestros hogares, vivir de tal modo de acuerdo a su Orden Divino, que los que  están a nuestro alrededor puedan ver que algo ha sucedido.
   
El testimonio silencioso de la familia que ha encontrado el secreto de vivir en comunión con Jesús dirá mucho más que un discurso elocuente. La vida familiar cristiana por consiguiente, no es una simple posibilidad humana. Llega a ser únicamente posible cuando permitimos que sea Dios quien tenga nuestra familia a su cargo. Si algo llegamos a ser, será por causa de lo que El haga, unido a nuestro esfuerzo, oración y dedicación.
   
El primer paso hacia la adquisición de la fe es una humilde admisión de necesidad. Una maestra de Escuela Dominical enseñaba a su clase de primarios los rudimentos de la oración. Después de breves instrucciones ella les preparó, para que efectivamente pudieran  tener un momento de oración. Tranquilícense interiormente dijo ella,  piensen de cómo están las cosas en el mundo que les rodea, de cómo están las cosas en sus propias familias, y luego díganselo al Señor. Siguieron algunos momentos de silencio, entonces uno de los niños exclamó: ¡Socorro! Esa fue su oración y habría sido difícil mejorar su elocuente brevedad.
   
La familia en verdad necesita que se le socorra porque está bamboleándose en un embravecido mar de dificultades. Aquellos que cierran sus ojos y oídos a lo que está sucediéndole a su matrimonio y a la familia en nuestros días serán como los barcos que pasaban por las cercanías del Titanic y oyeron y vieron las señales de socorro, pero simplemente no las aceptaron. ¡Porque el Titanic era insumergible! El Titanic se hundió. El capitán que era el hombre que estaba a su cargo, nada pudo hacer para salvarlo.  El tenía lo mejor que la sabiduría, habilidad y tecnología que el hombre puede producir. Pero no fue suficiente.  La Biblia nos cuenta de otro barco, este también iba a la deriva en un turbulento y embravecido mar.
  
 La destreza y fortaleza de los hombres,  habían hecho lo mejor que podían, pero sin resultado. “Grandes olas comenzaron a inundar el barco hasta que éste estaba lleno de agua y a punto de hundirse” Marcos 4:38-40 nos dice:”Y él estaba en la popa, durmiendo sobre un cabezal; y le despertaron, y le dijeron: Maestro, ¿no tienes cuidado que perecemos? Y levantándose, reprendió al viento, y dijo al mar: Calla, enmudece. Y cesó el viento, y se hizo grande bonanza. Y les dijo: ¿Por qué estáis así amedrentados? ¿Cómo no tenéis fe?”.  Aquel barco no se hundió, pues a bordo estaba Jesús que tenía autoridad  sobre las mismas fuerzas que les amenazaban con la destrucción.
   
Nada prevalece aquí sino la autoridad  de Cristo. Cuando él toma el control, aquellas fuerzas que están amenazando echar a pique a la familia cristiana retrocederán y se retirarán. Pero si dejamos que él duerma en la popa por falta de oración, bien pudiera ser que fuéramos barridos de la cubierta. Esta es la elección simple que afrenta a la familia cristiana de hoy. ¿Clamaremos a Jesús y le pediremos que se haga cargo de nuestros hogares o nos mantendremos bogando con los remos de los esquemas hechos por el hombre, mientras que las ondas se remontan cada vez más? El presta atención al clamor más íntimo del corazón, a la más inmediata presión de las circunstancias y sin embargo él nunca pierde de vista el destino último que se ha propuesto para aquellos que considera suyos.


Vilma de Rojas

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