Tuesday, October 21, 2008

El libro de los libros, la Biblia, La historia fue escrita por hombres de Dios

El libro de los libros, la Biblia, nos presenta una historia singular. Se trata de un recuento de hechos humanos comunes referentes a uno o más pueblos, pero con la característica inconfundible de una hermenéutica transcendente.

La historia es escrita por hombres que han sentido la cercanía y la intervención de Dios en todos los acontecimientos.

No es necesariamente una historia lineal y cronológica, sino la comprobación de una aventura permanente entre Dios y los hombres de un pueblo que se ha dejado gobernar por Dios, por su Creador, por el Santo entre los santos, por el Omnipotente, el Dios de los ejércitos, el Padre lleno de misericordia.

Es el relato de acontecimientos amorosos y a veces antagónicos. Es la historia cuajada de guerras entretejidas por periodos de paz.

Es la historia como diálogo entre Dios y su criatura, que cubre un espacio de tiempo prolongado en la historia de la civilización y que se realiza en una tierra determinada.

La Tierra Santa está situada en el vértice de dos grandes corrientes culturales. Entre el poderío de los pueblos que someten y subyugan y la exquisita expresión del pensamiento que emerge como fruto de una inteligencia privilegiada.

Es la tierra del desierto y de las fértiles llanuras del Jordán.

Es la tierra prometida donde se eleva el monte Sión como atalaya que vigila e ilumina los destinos del mundo.

Es el punto de encuentro de un pueblo que emigra en el exilio, pero que retorna atraído por el imán de la misma tierra.

Es la fuerza poderosa de la creación que sirve de escenario para el desarrollo más dramático y apasionante del encuentro y el desencuentro con Dios y los hombres.

Es el fin, la Tierra, expresión de una auténtica cultura descubierta y vivida en la relación perenne entre Dios -la creación- y los demás.

Los hombres que hacen esa historia constituyen el pueblo de la alianza.

Son, en verdad, hombres y mujeres comprometidos con la tierra.

Son hombres y mujeres sabios o sencillos, que viven todos los días en contacto con los demás pueblos, pero que saben que existe algo diferente de los demás.

En ellos palpita el Espíritu de Dios, sus designios, su voluntad.

En ellos encontramos la bravura, el coraje y la osadía en las adversidades.

En sus miradas se refleja la profunda confianza en la promesa de su Dios, promesa refleja la profunda confianza en la promesa de su Dios, promesa que se va cumpliendo en la escala de los tiempos y de los acontecimientos.

Ellos eran patriarcas y profetas, jueces y reyes en medio de un pueblo que tenía en común la única fe en el verdadero y único Dios; la identificación plena con la tierra y una historia también única en su género.

Esos hombres y mujeres han legado un mensaje impactante y poderoso a la humanidad de todos los tiempos, y válido hasta el final de la historia humana. Hoy sentimos el impacto vivo de esos hombres y mujeres que cambiaron el rumbo de la historia humana debido al pensamiento iluminado por la fe y la fidelidad a Dios.

Es el mensaje de Dios que pasa por la inteligencia humana que se convierte en mensaje de esperanza persistente en el Libro de los Libros. Porque Dios nunca abandona a sus criaturas, a su pueblo, a su rebaño.

Pero esa esperanza nace de la fe. Fe que significa certeza de que Dios cumple lo que promete.

Y lo que él promete es futuro de esperanza, una “Tierra Prometida” que va realizando en el correr de los tiempos haciendo que el amor funda y cristalice el corazón de todo ser humano.

Porque Dios ha hecho al hombre y la mujer a su imagen y semejanza y con ello ha sellado el destino del mundo para siempre: nacer en el amor y vivir en el amor para gozar de una felicidad sin fin.

El libro de los libros, la Biblia, es la ruta obligada en nuestro caminar por la vida y el descanso de los acontecimientos del mundo, porque Él es el oasis que calma la sed de lo infinito y satisface el ansia de lo eterno.

Autora: Claudia Hernández de Alba
Claudiahdez_07@hotmail.com

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